Sueño de la cueva
Bajaba como flotando por una enorme ladera verde que resultó ser un inmenso mar verde, de coníferas. Todo lo que podía ver hacia donde girara la cabeza era un bosque sin fin y por lo visto yo venía bajando por una montaña deslizándome como en un tobogán por sobre las copas de los árboles. Pensé en verde, en el original, el auténtico, en el verde que me habita y que me recuerda a cada momento que no soy de aquí, que soy de allá y que me grita que éste es una copia homologada y nunca será el como el otro. De pronto el tobogán verde desapareció y el y todo cambió a una ladera de barro con surcos, como los que dejan las carretas en camino de tierra. El viaje fue de lo mas curioso, desde la verde alegría del bosque al barrio y su oscuridad. Cuando por fin toqué suelo me encontré ante lo que me pareció como una enorme cueva, pero también podría haber sido un enorme nave industrial, sin embargo todo estaba muy oscuro, sólo un tenue rayo de luz se filtraba por el techo pero fue suficiente para hacerme ver una enorme pila de algo parecido a carbón. Me recordó al papá y su vida minera en Lota, o algún cómic de Moebius. Alcé la vista y traté de ver lo más alto de la pila de cabrón y creí ver una serie de recuadros negros, que debían ser ventanas, por alguna razón pude ver mi viejo teléfono móvil en el alféizar o simplemente lo imaginé, porque físicamente no debería poder verlo, la distancia era mucha y estaba todo muy oscuro. Subo escalando como pude la montaña de carbón y me cuelo por una de las oscuras ventanas y aparezco otra cueva, una subterráneas en Mehuín. No sé porque tenía la certeza de que era Mehuín, de hecho no tenía forma de confirmarlo pero lo sabía. El suelo era de arena húmeda y al fondo se veía el luz. Habían enormes contenedores medio enterrados en la arena, se nota que el agua entra en esta cueva (pensé). Resultó ser un intento de ciudad subterránea que falló por culpa del mar, lo pensé y lo sentí, sentí una enorme ciudad subterránea inundada de un agua azul y transparente mientras yo caminaba por lo que debería ser una calle, podía respirar sin problemas, sacudí la cabeza y me encontré subiendo una cuesta en dirección de la luz que vi al principio y conseguí salir al exterior y vi un sol radiante y el mar que se extendía frente a mi, bravo y lleno de espuma. Me quedé observándolo por un tiempo y decidí caminar hacia mi derecha, por toda la playa. No vi a nadie, pero de pronto me encuentro con un enorme peñón que se hunde en el mar, lo rodeo como pude tratando de que el mar no me lleve y cuando salgo al otro lado veo a toda la playa llena de toallas y en cada toalla una preciosa chica tomando el sol. Nadie se baña en el mar, todas estaba muy ocupadas hablando entre ellas, riendo, bebiendo o simplemente tumbadas tomando el sol. Cuando las más cercanas a mi notaron mi presencia hice un gesto estúpido que les hizo gracia. Caminé en dirección a ellas que me recibieron con brazos abiertos.
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